El DVD acabó con el vídeo, el cd con el vinilo, el MP3 con la minicadena, el iPod con el viejo estéreo del salón, la PlayStation con el vídeojuego y el iPhone con casi todos ellos. Música, fotos, vídeo e Internet. La revolución inalámbrica y online ha llegado a los hogares y transformado nuestras vidas. Si no se está en la onda de las ondas es que se está fuera de juego.
Si no chateas en la red mediante el mes-senger, ni mandas sms o te conectas a Internet por el móvil, ni escuchas música en tu MP3, ni cuelgas tus videos en YouTube, ni haces miles de amigos en MySpace o Tuenti, ni te orientas con tu gps, ni editas tu blog en wiki, y, en definitiva, no utilizas las tecnologías blue-tooths, umts, edge o wi-fi, despídete. Porque estos enredos tecnológicos, redes y compactos todo en uno y todo on Une, han convertido nuestras vidas en un espectáculo multimedia apasionante.
El mestizaje tecnológico es ya una realidad que está transformando los servicios de Internet y los usos de los dispositivos digitales. Un mundo sin cables que permite movilidad y libertad. Y todo en uno: con solo dar un clic se puede escuchar en MP3 la última canción de Madonna, ver las fotos on Une de un amigo que se encuentra de vacaciones en el fin del mundo, oír la emisora preferida en FM o jugar a Age ofMythology en tiempo real con un primo que vive en Londres.
Y es que tras los de la "generación X", que descubrió Internet en edad adulta y lo utilizó principalmente como fuente de información, una nueva remesa de jóvenes acaba de irrumpir en la vida pública. No se trata de una nueva generación más, sino la de la llamada "generación Einstein", muchos de ellos ya en la veintena.
Influencia de la tecnologia entre los jovenes
El ordenador ha dejado de ser una refinada máquina de escribir para convertirse en una herramienta de socialización: chats, mensajerías instantáneas, blogs, comunidades virtuales. Nunca como ahora la Red de redes había cumplido uno de sus fines confesos: la unión de las personas similares, pero geográficamente dispersas. O la de las que simplemente comparten un gusto cualquiera.
El stargate digital nos trasladaba a ese espacio imaginario, pero no menos real, de las redes sociales, como Facebook, YouTube, MySpace o Bebo, sitios donde promocionarse, encontrar socios, conseguir clientes o intercambiar información. Dentro de unos cuatro o cinco años, 50 millones de personas vivirán una segunda vida virtual. En ella, los políticos harán -hacen ya- campaña, los países abrirán sus embajadas, se podrá buscar empleo, habrá sexo, dinero y juego. Puede ser en Second Life o en nuevos universos virtuales que están por aparecer. Ya se pueden comprar terrenos y construir edificios, instalar un negocio o abrir un bar de copas, ligar, jugar o bailar. Una tierra de nadie en la que las jóvenes generaciones son dueños y señores.
La brecha digital se abre de modo preocupante entre las nuevas y las viejas generaciones. La gran paradoja es que, a pesar de que cada vez se invierten más dinero y recursos, la segregación tecnológica no para de crecer. Colectivos de los estratos socio-económicos más bajos pueden quedarse descolgados de una revolución que está marcando profundamente las pautas del bienestar futuro. Pero incluso en los estratos privilegiados y con mayor acceso a la educación, existe un colectivo muy frágil: los mayores. Vivimos en un mundo peligroso con un futuro incierto.
Parece ser que lo próximo serán teléfonos móviles con lector de código de barras para obtener información sobre productos, precios, descripciones; o relojes de pulsera que funcionan como un control remoto para la tele o el reproductor dvd. Para entonces, los aviones tendrán demasiado miedo de estrellarse, los yogures nos dirán buenos días antes de que los comamos y la conciencia humana se podrá almacenar en supercomputadoras, prometiendo inmortalidad para todos.
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